Jorge Eliécer Gaitán
Por: Francisco Trujillo
¿Vale la pena “resucitar” a Gaitán? Indudablemente. Sus ideas centrales describen la situación de nuestro país, acrecentada hoy por las consecuencias del narcotráfico y su estela de corrupción, “se les ve la chequera corrompida en la chequera del saco”, sentenció el líder popular. Y sintiéndose representante de las multitudes dijo “yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Definió con claridad su propia actividad: “La más noble de las expresiones de los hombres que viven en relación social es la política”
Era un hombre bajito, fuerte, moreno. “El negro Gaitán”, lo llamaban despectivamente los señores de la oligarquía, palabra que el pueblo desconocía, pero que, comprendiéndola, hizo suya a partir de entonces. La lanzó en sus conferencias de los viernes en el teatro Municipal. Aprovechó la simpatía que producían los actos culturales de ese día y de ahí se desprendió el “viernes cultural” que el pueblo celebraba con abundantes libaciones, las mismas que siguieron a su asesinato el viernes 9 de abril de 1948, cuando salía de su oficina en el edificio Agustín Nieto, carrera 7, calle 14 y avenida Jiménez, con un grupo de amigos. Tres disparos a quemarropa lo hirieron de muerte.
Es importante conocer como lo veían los diplomáticos en Bogotá:
“El doctor Gaitán es un maestro de la agitación fascista. Se jacta del dominio que tiene sobre las calles de la capital…tiene veleidades de conspirador…los gaitanistas habrían organizado el asesinato de Turbay si este hubiera sido elegido…”
(Embajada de Estados Unidos).
¿Quién mató a Gaitán? La CIA, comenzó a decirse desde entonces, y se sabe de muchos asesinatos suyos en todo el mundo. Como el del presidente chileno Salvador Allende en 1973. Juan Roa Sierra fue el autor material de su asesinato. Pero, ¿quién armó su mano? Y, ¿quiénes organizaron su muerte posterior? Esto aún no está claro. El escritor y librero Carlos H. Pareja en su libro “El monstruo” afirma haber visto a un falso lustra botas que con su caja golpeó en la cabeza a Roa Sierra.
El autor del presente recuerdo llegó al lugar de los hechos cuando un suboficial de la policía introducía a alguien en la droguería Granada, calle 14 carrera 7, costado sur oriental, bajando la cortina metálica para protegerlo. Un grupo de personas encabezadas por un hombre alto logró abrir la puerta, sacar a esa persona y golpearla entre todos, hasta su muerte. Se supo luego que era Roa Sierra y el suboficial se apellidaba Jiménez. (sus jefes lo sancionaron por haber “permitido” la muerte del asesino).
Y ese asesinato ¿tendrá relación con la carta que Roa Sierra escribió dos días antes al Presidente Ospina Pérez pidiéndole una entrevista? “Es y ha sido el anhelo constante de mi alma serle útil a mi patria, me he atrevido a dirigirle este breve mensaje, en la seguridad y confianza de que su excelencia no me negará una entrevista breve…”. La entrevista le fue negada, pero surge una inquietud: ¿Podría Roa Sierra redactar una carta tan breve y clara?
Y aquí un hecho anecdótico poco conocido. En Cuba el joven Fidel Castro Ruz era militante del partido Ortodoxo y un militante suyo de apellido Chivas, tenía un encendido lenguaje popular similar al de Gaitán. Fidel vino a Bogotá en una delegación estudiantil cubana que se unía a la protesta contra la conferencia pro norteamericana que se realizaba en Bogotá. Quiso conocer a Gaitán y el 8 de abril estuvo en su oficina, siendo citado para el día siguiente a la 1,30 p.m. Como se sabe Gaitán fue asesinado a la 1,05 p.m.
Fidel indignado se sumó a la multitud enfurecida. Esa noche la delegación cubana fue expulsada y por años la derecha que ha impuesto la violencia en el país siguió acusando a fuerzas foráneas del asesinato para desviar la atención. El Presidente Ospina Pérez acusó a los “moscovitas” y ese 9 de abril rompió relaciones con la Unión Soviética. Aún en 1974, antes de su muerte, este ex presidente “progresista” que le abrió el camino a Laureano Gómez, seguía insistiendo en que la “izquierda” había asesinado a Gaitán. (Ospina tenía “mano firme” contra la democracia y “corazón abierto” en favor de la Federación Nacional de Cafeteros y los nacientes industriales).
Gaitán era pacifista. Poco antes en discurso fogoso y reflexivo pronunció la “Oración por la paz”, dirigida al Presidente. Dijo: “Señor Presidente Ospina Pérez: bajo el peso de una onda emoción me dirijo a vuestra excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa muchedumbre que esconde su ardiente corazón lacerado por tanta injusticia bajo un silencio clamoroso para pedir que haya paz y piedad para la patria”. Y luego en Bogotá organizó la marcha nocturna del silencio, en la que 50.000 personas portaron antorchas iluminado la ciudad.
Luego visitó al Presidente para reafirmar sus palabras y convicciones pacíficas, brindando por la unión nacional y un gobierno compartido entre liberales y conservadores, que se hizo efectivo, lo que no impidió ni su asesinato ni la extensión y profundización de la violencia. Su consigna fue la de la reconquista del poder por el partido liberal que lo había perdido por su división entre Gabriel Turbay candidato del oficialismo liberal y Gaitán candidato popular. ¡A la carga! Fue su grito de movilización.
En su periódico el Siglo y para desprestigiarlo, Laureano Gómez apoyó a Gaitán. Por entre la división llegaron al poder Ospina y Laureano. Gabriel Turbay, hombre culto, marxista en 1928, apesadumbrado se refugió en Paris en donde murió en 1950.
Gaitán estudió derecho penal en Italia en los años 1926-28. Fue elogiado y apreciado por Enrique Ferri, el más prestigioso tratadista penal europeo en aquellos años. Denominó su tesis “Las ideas socialistas en Colombia”. Miró de lejos el fascismo pero se entusiasmó con la oratoria de Mussolini, con su gesto y movilizaciones de antorchas, que reprodujo en Bogotá. De regreso a Colombia fundó la Unión izquierdista revolucionaria Unir, nacionalista.
Pero la liquidó al ser conquistado por el “dueño del país” Eduardo Santos, propietario del periódico El Tiempo. Sus partidarios uniristas lo llamaron traidor. Inició una larga y brillante carrera política: alcalde de Bogotá, representante, senador, ministro de estado. Además fue defensor penal en juicios celebres en Bogotá. Educó su voz para la oratoria y su gesto fue vehemente. En la plaza pública su discurso estuvo al nivel de las gentes sencillas que lo seguían.
Cuando en 1928 regresó a Colombia rechazó la invitación del periodista Luis Tejada de adherirse al partido socialista manifestando que sólo desde las filas del partido liberal podría llegar al poder. En 1929 condenó la masacre de las bananeras y a los gobernantes que tenían la rodilla al suelo sirviendo al amo extranjero.
En 1935 los actos externos del fascismo le jugaron una mala pasada: siendo alcalde de Bogotá (300 mil habitantes; en 1948 500 mil) ordenó uniformarse a todos los conductores de taxis. Estos se declararon en paro y Gaitán tuvo que renunciar. Su asesinato produjo el “Bogotazo” y el “colombianazo”. Los destrozos de la furia popular en la capital fueron enormes, igual en otras partes del país. Se formaron gobiernos “gaitanistas” en varias regiones, con particular vehemencia en el Valle, Santander, Antioquia y Atlántico. Militantes comunistas hicieron suya esta causa, en contra de su dirección política que se oponía a Gaitán calificándolo de demagogo que engatusaba al pueblo con aquello de la oligarquía, que en Colombia no existía, según ella.
Había algún entusiasmo proindustrial de la dirección comunista. Las asociaciones industriales denunciaban un tratado librecambista con los Estados Unidos y pedían protección arancelaria. Gaitán en cambio, pedía poner límite a las ganancias de los ricos y planteaba la defensa del consumidor y del campesino productor de materias primas. Buena parte de su visión político económica se la había suministrado su asesor, profesor Antonio García, economista y socialista. (Poco tiempo después, durante una cirugía del apéndice, el profesor García murió. Sus seguidores hablaron de asesinato).
A Gaitán no se le pudo hacer funeral adecuado. Se obligó a sus familiares a sepultarlo en su propia casa en donde hoy reposan sus restos, Casa Gaitán, calles 48 y 49, carreras 15 y 16. En los dos años siguientes algunos de sus más enconados enemigos liberales eran “gaitanistas”. (A propósito: ¿dónde está el cuerpo del sacerdote Camilo Torres Restrepo?)
Francisco Trujillo
Colaborador periódico desdeabajo.