Un padre pastuso envía a su hijo a estudiar al extranjero y al paso del tiempo le escribe el siguiente telegrama:
– Hijo, te extraño mucho, pues, dime qué prefieres, ¿que yo vaya a visitarte o vienes tu a Pasto?
El hijo le responde: – Sí.
El padre envía otro telegrama y le pregunta: ¿Si, qué?
El hijo vuelve a responder: – Sí señor.
Un pastuso le dice a otro:
– Sembré unas matas de ahuyama y adivine qué salió.
– Pues ahuyamas.
– No, unos marranos y se las comieron.
Un pastuso en el correo:
– ¿Cuánto cuesta enviar una carta a Pasto, pues?
– Vale mil pesos, señor.
– ¿Y dos, pues?
– Le valen dos mil.
– ¿Y tres cartas? – ¡Señor, le valen tres mil pesos!
– Entonces me va a costar mucho mandarle el naipe a mi mamá.
¿Qué hace un pastuso corriendo alrededor de una universidad?
– Una carrera universitaria.
Un pastuso le pregunta a otro:
– ¿Quieres ser testigo de Jehová?
– Pues no sé, porque yo ni siquiera vi el accidente.
Un señor le dice a un pastuso:
– Le vendo un caballo.
Y el pastuso le responde: – ¿Y yo para qué quiero un caballo vendado?
Un pastuso llega a un restaurante y el mesero le pregunta:
– Señor, ¿Vino de la casa?
Y el pastuso le responde: – No, del trabajo.
Un pastuso le muestra un reloj que le enviaron ‘de fuera’ a un amigo:
– ¡Mira qué reloj me mandó mi primo! da la hora, los minutos, los segundos, la fecha, es alarma, cronómetro y tiene luces.
– ¡Huy qué reloj! le dice el amigo asombrado.
– Y eso, que mi primo me dijo que me podía bañar con él… pero no le he encontrado el botón para que le salga agua.
Después de un terremoto un amigo pastuso se encuentra con otro y le pregunta:
– ¿Sufrió mucho tu casa?
– No, se cayó inmediatamente.
Un Pastuso compró un carro verde y lo puso a madurar.
Un pastuso muy afanado le dice a su amigo:
– ¡Mano imagínese que me robaron 64 discos compactos del carro.
– Cuánto lo siento hombre, ¿Cuáles le robaron?
– Pues los 50 de Joselito y los 14 cañonazos.
Un pastusito llamó a la empresa de gas y le dijeron:
– Aló, Colgas.
Y colgó.
En un centro comercial en Pasto, de pronto se ha ido la luz y han quedado atrapadas 15 personas en el elevador y 12 en las escaleras eléctricas.
¿Qué hace un pastuso con los ojos cerrados frente a un espejo?
– Está viendo como se duerme.
Porqué un pastuso se abanica con un serrucho?
– Porque le dijeron que el aire de la sierra es más sano.
El policía de tránsito para a un pastuso y le dice:
– ¡Déme usted su nombre!
El pastuso contesta: – ¿Ah, sí? ¿Y después cómo me llamo?
Llega un pastusito a Cartagena, se baja del avión y dice:
– Gorro de lana, bufanda de lana, guantes de lana, saco de lana, pantalón de lana, medias de lana… ¿Por dónde me entrará tanto calor?
Estaba un pastuso con la novia en Bogotá y la novia le dice:
– Mi amor llévame a tu departamento… y la llevó a Nariño.
Un pastuso le pregunta al otro:
– ¿Sabes porqué encima de la cruz de Jesucristo dice INRI?
– No se, ha de ser porque se llamaba Jesús Inrique.
Habiendo marcado equivocadamente un número telefónico, al comunicarse por larga distancia,
una señora pregunta en tono angustiado:
¿Ya llego Julio allí?
Una voz profunda le respondió: – No señora. No se de que parte del mundo llama usted pues, pero aquí todavía estamos en abril.
Un pastuso cegatón entra a una iglesia y le dice al cura:
– Yo quiero un Ford Fiesta, pues.
– Muy bien hijo, pero esto es un confesionario, no un concesionario.
Iba un grupo de pastusos entre un carro a las tres de la mañana y de pronto se pasan una señal de alto.
Un agente de tránsito los alcanza, los hace detener y les pregunta:
– ¿Qué pasó con el Alto?
– La mujer no lo dejó salir, pues.
Una avioneta pequeña se estrelló en Pasto sobre el cementerio y los pastusos ya han rescatado como 900 cadáveres.
A un pastuso lo detiene un agente de tránsito por conducir muy rápido y le dice:
– ¿Permiso para conducir, señor?
Y el pastuso le dice a su esposa: – Muévase para allá, mija, que el señor va a conducir, pues.
Una señora se pasó un semáforo en rojo a alta velocidad y fue detenida por un agente de tránsito pastuso que le preguntó:
– ¿Acaso no ve que el semáforo está en rojo, pues?
– Lo que pasa es que yo soy daltónica.
– ¿Y es qué en Daltonia no hay semáforos, pues