Querido hijo:
Te pongo estas líneas para que sepas que estoy viva.
Te escribo despacio porque sé que no puedes leer de prisa.
Si recibes esta carta es porque te llegó, si no avísame y te la mando de nuevo.
Tu padre leyó que según las encuestas, la mayoría de los accidentes ocurren a 1 kilómetro de la casa, así que nos hemos mudado mucho más lejos; no vas a reconocer la casa.
El lugar es lindo; tiene una lavadora que no estoy segura si funciona o no.
Ayer metí una ropita, tiré de la cadena y no he vuelto a ver la ropa desde entonces.
El clima no es tan malo; la semana pasada sólo llovió 2 veces. La primera vez por 3 días y la segunda por 4 días. Con respecto a la chaqueta que querías, tu tío Emilio dijo que si la mandábamos con los botones puestos, pesaría demasiado y el envío seria muy costoso, así que le quitamos los botones y los pusimos en el bolsillo.
Al fin enterramos a tu abuelo; encontramos su cadáver con lo de la mudanza. Estaba en el armario desde el día en que nos ganó jugando al escondite.
El médico vino a la casa y me puso un tubito de vidrio en la boca y me dijo que no la abriera por 10 minutos; tu padre ofreció comprarle el tubito.
Tu hermana Julia, la que se casó con su marido, está un poco embarazada, pero como todavía no se sabe de qué sexo es, no te se decir si eres tío o tía. Si el bebé es una niña, tu hermana va a nombrarla como yo. Qué raro que quiera llamar a su hija ‘Mamá’.
Tu primo Mauricio se casó y resulta que le reza todas las noches a la esposa, porque es virgen. A quién nunca hemos visto más por acá es al tío Venancio, el que murió el año pasado. Imagínate que tu hermano Juancho cerró el carro y dejó las llaves adentro. Tuvo que ir hasta la casa por el duplicado para poder sacarnos a todos del auto.
Bueno hijo, no te pongo mi dirección en la carta, porque no la sé. Resulta que la última familia de pastusos que vivió aquí se llevó los números para no tener que aprenderse su nueva dirección. Si hablas con Doña Remedios, dale saludos de mi parte; si no la ves, no le digas nada.
Tu madre que te quiere, Josefa.
P.D. Te iba a mandar 100 mil pesitos, pero ya cerré el sobre